Este libro analiza la tendencia de largo plazo en el proceso de transformación de las mujeres en Colombia desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Esta perspectiva histórica permitió identificar cuatro grandes etapas en este proceso: entre 1905 y 1935, denominada “el rezago de la mujer”; luego, entre 1936 y 1965, “los cimientos para el empoderamiento de la mujer”; enseguida, entre 1966 y 1985, “comienzos del empoderamiento de la mujer”; y a partir de 1985, “avanzando: aún mucho por hacer”.
Estas etapas están relacionadas con las tendencias de largo plazo en la educación de la mujer, su participación laboral, las tasas de fecundidad y las ganancias en cuanto a los derechos civiles y políticos. En la gráfica 1, se muestra la evolución histórica de algunos indicadores sociodemográficos de las mujeres a lo largo de cada uno de los periodos estudiados. A pesar de los avances logrados por las mujeres a lo largo de más de cien años, aún persisten desigualdades importantes de género, especialmente en materia laboral y de participación política, como se detallarán más adelante.
Gráfico 1: Tendencias a largo plazo en los indicadores sociodemográficos femeninos
En general, durante los períodos identificados la educación femenina aumentó considerablemente. A principios del siglo XX las mujeres tenían poco acceso a la educación secundaria y, en menor medida, a la educación superior. Además, la desigualdad de género en el capital humano era considerable. Actualmente, las tasas de matrícula de mujeres en la educación secundaria y superior superan a las de los hombres, e incluso se observa un sesgo inverso a favor de la mujer. Aunque la tasa de matrícula en educación superior es todavía baja, tanto para hombres como para mujeres, el índice de paridad de género en Colombia está muy cerca al de países como España y Finlandia. Igualmente, a lo largo de los años, las mujeres se han ido alejando de áreas de estudio muy feminizadas y han entrado en temas dominados tradicionalmente por hombres. Sin embargo, las mujeres siguen rezagadas en áreas como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, lo que podría traducirse en menores ingresos.
El crecimiento en la matrícula de las mujeres en la educación superior junto con la difusión de métodos anticonceptivos a mediados de la década de los sesenta pudo ayudar a reducir la fecundidad. La tasa de fecundidad pasó de 6,4 hijos por mujer durante la primera mitad del siglo XX a cerca de 1,8 hijos por mujer hacia el final del período estudiado. No obstante, a pesar de esta reducción, siguen existiendo importantes diferencias entre regiones del país y quintiles de ingreso.
El incremento en la educación y la reducción en la fecundidad fueron factores clave para fomentar la participación de la mujer en el trabajo. La participación laboral femenina aumentó considerablemente en los últimos sesenta años, pasando de un 20 % en 1960 a cerca de 60 % en 2010. Desde entonces se ha mantenido relativamente constante hasta 2019, probablemente a causa de la carga de las tareas domésticas y de cuidado que dependen de manera desproporcionada de las mujeres. El trabajo de cuidado no remunerado podría impedir a las mujeres incorporarse al mercado laboral. Por ejemplo, las mujeres en Colombia gastan en promedio más de 5 horas que los hombres en trabajo doméstico no remunerado. Además, como resultado de la pandemia del Covid-19, que afectó principalmente a las mujeres y las cargas de trabajo no remunerado, la tasa de participación laboral de las mujeres se redujo en 2020 llegando a cerca de 55 % en diciembre de ese año.
En los últimos años las brechas salariales por género se han reducido, probablemente debido al aumento del nivel educativo de las mujeres. Sin embargo, aún persiste una importante brecha salarial del 19 % aproximadamente. Esta diferencia es el resultado de los roles de la mujer en el cuidado, la penalidad salarial por maternidad, la presencia de normas de género, la discriminación y las malas condiciones de trabajo para las mujeres.
Durante este periodo las mujeres ganaron derechos civiles y participación política. Sin embargo, aún existen grandes brechas en algunos cargos de poder político: Colombia sigue estando muy por debajo de muchos países de América Latina en cuanto al porcentaje de mujeres en el Congreso. Además, en las elecciones de 2019, el porcentaje de candidatas mujeres para alcaldías fue del 15,2% y solo el 12,6% de los alcaldes del país fueron mujeres. Esto puede deberse a que las mujeres se enfrentan a obstáculos que impiden alcanzar algunos de estos cargos. Por ejemplo, la discriminación, la falta de presupuesto para las candidatas, la exclusión de los principales partidos políticos, y la resistencia de las mujeres a participar.
Como recomendaciones de política pública, el libro concluye que, a pesar de la mejora en la educación de la mujer y la reducción de las tasas de fecundidad, aún persisten grandes brechas en el mercado laboral. Por tanto, es importante aumentar la conciencia pública acerca de los obstáculos asociados con el empleo de la mujer con el fin de eliminar la segmentación de género y la brecha salarial de ciertos sectores económicos, como sugiere Klasen (2019). Uno de los principales obstáculos para la participación laboral femenina es la carga del cuidado de niños y adultos mayores.
Para superar esta limitación, es necesario redistribuir el trabajo del cuidado en el hogar y proporcionar infraestructura de atención pública y privada para apoyar una mayor participación laboral femenina. Las políticas tales como las licencias por maternidad y paternidad y la calidad de los servicios de atención pública podrían contribuir a la eliminación de brechas salariales de género y promover una mayor igualdad de condiciones de trabajo para las mujeres.
Con respecto a la participación política, es importante empoderar a las mujeres para que obtengan las habilidades políticas necesarias para tener éxito en la arena política. Por otra parte, vale la pena promover un cambio cultural al interior de los partidos políticos y a través de todos los niveles de poder para alcanzar un equilibrio de género en la toma de decisiones políticas.
Por último, a pesar de los logros en términos de los indicadores demográficos y de educación que han llevado al promedio nacional a estar más cerca de los estándares internacionales, aún persisten diferencias regionales significativas en Colombia. Por tanto, es necesario también implementar políticas públicas para mitigar esas brechas regionales.
“El camino hacia la igualdad de género en Colombia: todavía hay mucho por hacer” está disponible para descarga y consulta en el repositorio del Banco de la República en el siguiente enlace: https://repositorio.banrep.gov.co/handle/20.500.12134/10049
Referencias:
Klasen, S. (2019). “What Explains Uneven Female Labor Force Participation Levels and Trends in Developing Countries?”, The World Bank Research Observer, vol. 34, núm. 2, pp. 161-197.
De izquierda de a derecha: Ana María Tribín, Ligia Melo, Ana María Iregui y Maria Teresa Ramírez
Sobre las escritoras
Ana María Iregui. Economista por la Universidad de los Andes con dos maestrías en Economía, una de dicha universidad y la otra de la Universidad de Warwick, donde también obtuvo su doctorado en Economía. Se desempeña como investigadora principal de la Unidad de Investigaciones del Banco de la República. Sus estudios se han centrado, en especial, en modelos de equilibrio general computables, desarrollo económico, finanzas públicas y expectativas de inflación. Es autora de varios artículos publicados en libros y revistas nacionales e internacionales.
Ligia Melo. Economista de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, con maestrías en Economía de la Universidad de los Andes y de la Universidad de Warwick, y doctorado en Economía de la Universidad de Sussex. Se desempeña como investigadora principal de la Unidad de Investigaciones del Banco de la República. Sus investigaciones se han centrado en temas de finanzas públicas, educación, salud y eficiencia económica. Es autora de varios artículos publicados en libros y revistas nacionales e internacionales.
María Teresa Ramírez. Investigadora principal en la Subgerencia de Estudios Económicos del Banco de la República. Es economista por la Universidad de los Andes, con maestrías en Economía en dicha universidad y en la Universidad de Illinois, donde también obtuvo su doctorado en Economía. Sus investigaciones se han centrado principalmente en crecimiento económico, desarrollo económico e historia económica. Es autora de varios artículos publicados en libros y revistas nacionales e internacionales, así como editora de varios libros y revistas. Ha sido profesora en las facultades de economía en la Universidad de los Andes y en la Universidad del Rosario.
Ana María Tribín. Economista principal del Banco Mundial. Trabajó en el PNUD como especialista en políticas públicas y líder del equipo de género para America Latina y el Caribe. También trabajó en el Banco de la República de Colombia como Economista Investigadora Principal y como Alta Consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer con el Gobierno de Colombia. Es economista de la Universidad Javeriana de Bogotá. Tiene una maestría y un doctorado en economía de la Universidad de Brown. Sus áreas de investigación son género, migración y economía del desarrollo. Ana ha sido autora de numerosos artículos publicados en revistas y libros internacionales, y también se ha desempeñado como editora de libros.
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