Un hecho ampliamente discutido en los últimos meses es que el sistema pensiona colombiano no está cumpliendo sus objetivos, por lo que se hace urgente una reforma.
Una de las fallas del sistema es su baja cobertura, ya que apenas 1 de cada 4 persona mayores reciben una pensión. Estas cifras son mucho menores para las mujeres que para los hombres, ya que sólo el 13.2% de las mujeres en edad de pensión obtienen el beneficio por vejez. Este resultado es apenas lógico, ya que el sistema de pensiones tiende a perpetuar las desigualdades observadas en el mercado laboral, en donde típicamente las mujeres exhiben una menor participación laboral, menor empleabilidad, menores ingresos y carreras salariales con mayores interrupciones que los hombres.
En el Proyecto Digna damos un vistazo a la realidad de la protección económica de las personas mayores en Colombia. Encontramos que, efectivamente, las diferencias observadas en el acceso a empleos de calidad y el mismo diseño del sistema pensional se reflejan en que las mujeres tengan una menor probabilidad de alcanzar una pensión basada en contribuciones. Alrededor de 25% de los hombres y 13% de las mujeres mayores reciben una pensión. Además, entre las personas que se logran pensionar, las mujeres tienden a recibir pensiones más bajas. A mediados de 2023, cerca del 78% de las mujeres pensionadas recibían hasta 2 salarios mínimos de pensión; esta misma cifra para los pensionados hombres es del 71%.
Si bien los hombres muestran un panorama mejor que el de las mujeres, la realidad es que el sistema tiene una cobertura deficiente para todas las personas mayores en Colombia. Pero, si muy pocas personas logran una pensión en Colombia, ¿qué están haciendo las personas mayores que no se pensionan para lidiar con los riesgos económicos que enfrentan en su día a día?1
Con ingresos de fuentes informales disminuyendo, carreras laborales interrumpidas, ahorros insuficientes en el sistema para adquirir una pensión o pensiones con mesadas bajas, resulta natural esperar que la vulnerabilidad económica de las personas mayores se manifieste en tasas de pobreza más altas y, además, que esta incidencia sea más alta para las mujeres. La evidencia colombiana nos muestra lo contrario. De acuerdo con estadísticas del DANE para 2022, el 36.6% de las personas en Colombia se encontraban en situación de pobreza monetaria, es decir, sus hogares no contaban con ingresos suficientes para solventar una canasta de consumo básico. No obstante, la incidencia de pobreza monetaria para las personas mayores es menor, alrededor del 25% para las mujeres y el 30% para los hombres, lo que muestra que este grupo no es especialmente vulnerable frente al total nacional.
Este resultado parece contradictorio, ya que, si nos fijamos en los ingresos, el 31% de las mujeres reportan no tener fuentes de ingresos, mientras que esta cifra apenas alcanza el 13% en el caso de los hombres. La respuesta es sencilla e intuitiva, pero para entenderla debemos entender cómo cambia la contribución de los tipos de ingresos a través de los años a las personas. Cómo se ve en el gráfico 1, a los 25 años los ingresos laborales representan cerca del 80% de los ingresos de las mujeres y casi el 90% de los ingresos de los hombres; para las mujeres, además, las ayudas que vienen desde sus hogares o instituciones representan casi 20% de sus ingresos, tendencia que crece con los años.
Entre los 25 y los 55 los ingresos laborales de las mujeres representan cerca del 70% de sus ingresos y la caída de este porcentaje coincide con la edad de retiro de los 57 años para las mujeres, formando una u invertida. Entre los 65 y 96 años, en promedio, los ingresos laborales de las mujeres han disminuido para representar cerca del 21%, dónde las ayudas institucionales y las ayudas del hogar han ganado terreno representando juntas cerca del 40% de los ingresos de la vejez, más que lo que representan las pensiones. Finalmente, entre los 85 y los 89 años, los ingresos laborales se han marchitado casi que por completo, las ayudas para las mujeres representan el 48% de sus ingresos, las pensiones el 42%, e ingresos de otro tipo han alcanzado un 8%.
La historia para los hombres se ve distinta. Entre los 25 y los 55 años los ingresos laborales, representan entre el 80% y el 90% de los ingresos. Estos ingresos caen con los años, pero perduran más que los de las mujeres e incluso más que la edad de pensión de 62 años. Como se observa, a los 75 años, los ingresos laborales para las mujeres están por debajo del 10%, y los de los hombres son cercanos al 20%. Las ayudas, por su parte aumentan también conforme pasan los años, dónde las ayudas de los hogares representan notablemente menos que para las mujeres (área gris claro).
La imagen de la contribución de ingresos se vuelve entonces una historia de cómo las personas mayores enfrentan sus riesgos económicos. En el caso de los hombres: la dependencia a sus ingresos laborales los obliga a retrasar sus decisiones de retiro; y, en el caso de las mujeres: las ayudas de otros o compartir los riesgos con sus familiares se vuelven formas de combatir la falta de ingresos previsionales.
Lo anterior se vuelve más evidente para las mujeres que no tienen ingresos, ya que el porcentaje de mujeres que conviven con sus hijos/hijas o incluso yernos o nueras es mucho más alto que la de los hombres (gráfico 2). Es decir, los riesgos económicos de las mujeres los cubren sus familias y las aseguran bien sea viviendo con ellas o por medio de transferencias y ayudas, mostrando la importancia de las redes informales de apoyo, en donde las familias se encargan de sustituir al estado en la tarea de proteger económicamente a nuestras personas mayores.
1 Para responder esta pregunta, buscamos información de Encuestas de Hogares del DANE para analizar las diferentes fuentes de ingresos reportados por las personas mayores y su vulnerabilidad a encontrarse en situación de pobreza.
Sobre los escritores
Oscar Becerra y Juana Piñeros.
Oscar Becerra: PhD en Economía de la Universidad de British Columbia (Canadá) y profesor asistente de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Su trabajo de investigación se encuentra asociado a las áreas de economía laboral, economía pública y desarrollo económico. En particular, análisis de políticas públicas relacionadas con el retiro.
Juanita Piñeros: Economista y estudiante de Maestría en Economía en la Universidad de los Andes. Es asistente de investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo (CEDE) y Analista de E Concept.
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