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16/4/24

Cuidadoras y proveedoras

Autores

Daniel Girón Castellanos, Diana Pinilla Alarcón, Natalia Ramírez Bustamante, Soraya Husain Talero

Introducción

En el mundo, las mujeres dedican más tiempo que los hombres al trabajo de cuidado no remunerado. Según la Organización Internacional del Trabajo (2019), las mujeres suelen dedicar diariamente entre 2 y 8 horas a estas labores, mientras que los hombres dedican máximo 4 horas. En América Latina, el 19,6% del tiempo de las mujeres se ocupa en trabajo reproductivo no remunerado, en contraste con el 7,3% de los hombres (CEPAL, 2022). En Colombia se mantiene esta brecha, donde las mujeres dedican al día 7 horas y 44 minutos a cuidados, mientras los hombres ocupan 3 horas y 6 minutos (DANE, 2022).

En Colombia, la medición de la economía del cuidado se ha incluido en las cuentas nacionales del país, definiéndose como “el conjunto de actividades que se realizan y las relaciones que se entablan para satisfacer las necesidades materiales y emocionales de niños, niñas y adultos” (Daly y Lewis, 2000, citado por DANE, 2010, p. 5). A diferencia del trabajo de cuidado remunerado, el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, es aquel que se realiza “en el hogar, relacionado con el mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otras personas del hogar o la comunidad y el mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerado” (Ley 1413, 2010; Artículo 2°).

En la literatura especializada, el trabajo de cuidado no remunerado es consecuencia de la división sexual del trabajo, que históricamente ha separado las labores productivas y reproductivas en relación con el sexo y el género. Mientras el trabajo reproductivo es desempeñado principalmente en el ámbito doméstico, asumido como labor femenina para el mantenimiento de la vida, el trabajo económicamente productivo se desarrolla en la esfera pública, con reconocimiento social, adjudicado a los hombres para producir bienes y servicios de consumo y acumulación (Gammage, 2008; Molyneux et al., 2005).

Tradicionalmente, la división sexual del trabajo y la consecuente sobrecarga de trabajo de cuidado no remunerado en las mujeres, ha configurado dobles y triples jornadas de trabajo. Por un lado, jornadas laborales, desarrolladas en tiempos y espacios fuera del hogar (extra domésticos); y por otro, jornadas de cuidado -no remuneradas-, desempeñadas en espacios domésticos, adicionales al tiempo laboral; y en ocasiones incluso una jornada adicional, del trabajo barrial o voluntario.

Sin embargo, en economías emergentes o en desarrollo, donde el empleo es la excepción, las relaciones entre el trabajo de cuidado y el trabajo económicamente remunerado se tensionan y complejizan. En estos contextos, la necesidad de generar ingresos y las reducidas oportunidades laborales, configuran un creciente segmento económico de personas ocupadas en actividades “de mercado que operan a partir de los recursos de los hogares, pero sin constituirse como empresas con una personalidad jurídica independiente de esos hogares” (DANE, 2009, p. 6).

Diversos estudios han identificado que entre los principales motivos de las mujeres para iniciar un micronegocio o emprendimiento -además de la búsqueda de autorrealización y generación de ingresos-, está la búsqueda por conciliar sus responsabilidades familiares con generación de ingresos (Muharan et al., 2018; Kaur et al., 2012 y Franck, 2012). Incluso, estas responsabilidades domésticas de cuidado inciden en la elección de las horas de trabajo y la ubicación de los negocios (Franck, 2012, p. 73), buscando coincidir con las jornadas escolares de hijos/as y reduciendo las distancias con el hogar o directamente funcionando en sus viviendas. Como consecuencia, las posibilidades de crecimiento económico de sus negocios se ven afectadas. Las mujeres emprendedoras con responsabilidades de cuidado tienen una disponibilidad inferior de horas para trabajar en sus negocios, pero al mismo tiempo, de manera simultánea espacial y temporalmente (Carrasquer, 2009; Torns, 2005), tienen una doble presencia, pues están ofreciendo cuidados a sus dependientes. Esto último impide que ubiquen sus negocios en centros de comercio con un mayor rendimiento económico (Franck, 2012, p. 75).

En Colombia existen aproximadamente 5 millones de estos emprendimientos, caracterizados por operar en la informalidad, tener ingresos reducidos y variables, tamaños pequeños (menos de 10 empleados) y estructuras productivas y financieras combinadas con las relaciones familiares y del hogar (DANE, 2023). Partiendo de lo anterior, este documento busca analizar la incidencia del trabajo de cuidado no remunerado en la creación y desempeño de los emprendimientos en Santiago de Cali, usando los resultados de la investigación “Caracterización de emprendimientos en contextos vulnerables” realizada por la Fundación WWB Colombia en alianza con el Observatorios para la Equidad de las Mujeres en el año 2022 (Fundación WWB Colombia, 2022a).

Como ejes centrales de discusión, se exploran dos hipótesis. En primer lugar, se explora la hipótesis de que el surgimiento de los emprendimientos está condicionado por el trabajo de cuidado y sus intensidades en el hogar. En segundo lugar, se evalúa la hipótesis de que, el desempeño de los negocios está condicionado por el trabajo de cuidado y sus intensidades en el hogar. Como consecuencia de lo anterior, en el largo plazo la población emprendedora -especialmente las mujeres- se encontrará en condiciones de vida precarizadas, debido a los menores ingresos percibidos y las sobrecargas extendidas de cuidado.

Como se verá, los resultados obtenidos permiten profundizar la comprensión de los efectos que tiene el trabajo de cuidado no remunerado en la creación y desempeño de estos negocios. Coincidiendo con otras investigaciones (Franck, 2012), las tensiones entre responsabilidades familiares y generación de ingresos presentan múltiples retos para las mujeres emprendedoras en Cali: desde su creación, las personas con altas cargas de cuidado se ven obligadas a emprender en edades tempranas, en el interior de sus viviendas, con jornadas de trabajo (productivo y de cuidado) más extensas y menores ventas mensuales.

En todos los casos, el emprender se acompaña de mayores brechas para las mujeres jóvenes con alguna pertenencia étnico-racial, lo que implica la incorporación de acciones diferenciadas público-privadas para el fortalecimiento de la autonomía económica de las mujeres emprendedoras, reconociendo las especificidades que tiene el cuidado en sus dinámicas económicas, familiares y personales.

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